Cuando la ciudad se adormece con los licores dorados del atardecer,
hay reflejos que perduran, el rojo labial de tu cara que me acaricia
con su temario de ganas.
El asfalto sonríe agrietado con su humedad presencia, inerte me
lleva a tus brazos, como alumbra la combinación de miradas entre
tantos muebles mal avenidos y estampas que anuncian besos para parejas.
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